Estando en el supermercado
te pones a cantar,
ignorancia la tuya
de la gente que tienes detrás.
Qué esperas ingenuamente
que no te hallan escuchado,
aunque sabes en el fondo
que te han oído hasta en Malmojado.
Alargamos los brazos
como hacen las tortugas,
ahora en vez de bailar con delfines
bailamos con lechugas.
Y nos pasamos la vida
recorriendo pasillos,
volviéndote loco
buscando el membrillo.
Que no es porque no sepas donde está
sino porque te lo han cambiado
al menos eso te dices,
por no quedar como un empanado.
Hay quien se coloca en el pasillo principal
pues en el supermercado es muy fácil perderse,
otros terminan por llamar
porque no hay cojones de verse.
¿Y quién no ha agarrado un carro con los puños?
porque menudos calambrazos te pega
para que luego vengan por detrás
y te dejen patitiesa.
Y no hay cosa que más moleste
que tengas la fruta en la mano,
te tosan y con misma la pera,
te dan ganas de pegarlo.
Y no hay espacio en los pasillos
que alguna parte de tu persona
le ha dado por jugar al fútbol
con las latas, al estilo Maradona.