Aquí nunca hay silencio.
Las enfermeras vienen y van
las máquinas no paran de sonar
y cierras los ojos
porque quieres escapar.
Pero no puedes,
vives entre sábanas blancas
tan rudas como tu enfermedad
y ventanas cerradas,
arrestada con luz artificial.
Y así pasan los días,
deseando que termine
con la esperanza de que lo hará
pero cada vez estas más débil
y tus fuerzas ya no pueden más.
Allí el tiempo es eterno
con sus horas interrumpidas
entre medicamentos
y lamentos sin salida.
Intentas sociabilizarte
con tus compañeros de habitación
pero cuando te quieres dar cuenta
se han marchado a un lugar mejor.
Pero lo peor de todo,
es mirar a la cara de quien mas quieres
y darte cuenta que no se marchará,
eso es sin duda alguna,
lo que poco a poco te matará.
Qué duro y real, Sara. Un abrazo
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Si, la verdad que si. Gracias por comentar, un abrazo a ti también.
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Encoge el alma al leerlo, pero tan crudo como real.
Saludos
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Precioso Sara!!! Dura y cruel realidad, más como profesional, es deber no perder la esperanza, es duro ver como luchan hasta el final y cada día q pasa, entre constancias vitales, tensiones, medicaciones y verificaciones… Cuando se van, para muchos profesionales, no son un número más, depende a veces del tiempo y de la intensidad , el roce hace el cariño y xq no decirlo, el protocolo marca no aceptación y rendimiento, de ahí q se siga al siguiente y dejar de mirar atrás.
Me encanto, es triste, pero precioso!!!😘😘
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Llevas mucha razón en cuanto a que no son meros números, en muchas de las ocasiones se crean verdaderas familias dentro del hospital y cuando se van, sea de una forma u otra, es muy duro. Me alegra que lo veas desde esa perspectiva. Muchas gracias por comentar. Un abrazo
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😘😘 me llegó al alma tu poema…. se q desde fuera todo se ve muy frío, pero entre bastidores x así decirlo, es otra cosa… comentarios, tristeza y algún q otro, ostia puta!! Q asco de mundo!!!. Pero es deber continuar…
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